miércoles, 22 de agosto de 2007

"El infierno son los demás"; vericuetos psicoterapéuticos

¿Qué es lo que hace que cambiemos nuestra vida? ¿Cómo podemos pulsar esa cuerda oculta que hace que emerja, como una sorpresa, lo que siempre, de alguna manera, tuvimos ante nuestros ojos? ¿Cómo actuar frente a los condicionantes de nuestra cultura y nuestra biología?

En la práctica en consulta psiquiátrica tenemos la oportunidad, día tras día y a poco que dejemos que hablen, de asistir al espectáculo de la vida secreta de las personas. Muchas veces se nos antojan equivocadas en sus juicios, débiles en sus miserias y perdidas en sus vidas. Es realmente difícil no ceder a la tentación de aconsejar lo “más correcto” en cada situación. Lo más correcto para mi gusto, claro, gusto refrendado por el éxito social y vital. ¿O, no tanto?

¿Qué hacer si decido respetar al otro en la consulta, respetar sus miedos y sus cegueras? ¿Significa eso aceptar el destino y renunciar a todo cambio? Para mi punto de vista esto no es así. La opción ética de respetar al otro aunque este clame por alguien que se haga cargo de su vida, obliga a intentar ayudar sin pretender tomar la responsabilidad ajena. Precaución al fin vana, por otro lado, pues todos disfrutamos y padecemos las consecuencias de nuestras opciones aunque queramos dejar las decisiones a otros más “expertos”. Contando con esta intuición, podemos decidir hacernos cargo de esta posición frente al paciente, convencidos de que sólo las propias opciones tienen el poder de liberarnos.

La tentación de hallar el código correcto, los mandamientos o las leyes que rijan nuestras vidas y nos libren del deber de decidir ha acompañado al hombre desde que lo es. Ante el horror del azar, del caos del mundo, se yergue una criatura necesitada de sentido. Esto lo comprobamos una y otra vez, cuando ante el horror inesperado comenzamos a negociar, negamos o razonamos para incluir el sin-sentido en nuestra historia. Estos mecanismos aumentan en potencia cuando son culturalmente compartidos y recogidos en ritos y mitologías, dando cuerpo a nuestra sociedad y cultura que forma parte de nuestra identidad de forma esencial. Esa identidad que nos conforma a la vez que nos atrapa.

¿Nos valdrá como guía en la vida esta identidad construida en el seno de nuestra cultura comenzando por esa primera microsociedad que fue nuestra familia? ¿Es eso lo que somos? Los críticos de la ilustración, del sueño de la razón, nos avisan de la consistencia del misterio. Más allá de la inmediatez de la conciencia intuimos, palpamos, todo un territorio oscuro y siniestro del que nuestra conciencia se antoja un sub-producto, un fenómeno entre otros, una ilusión. En nuestra cultura uno de los que con más impacto trajeron esto a la palestra fueron Freud y sus seguidores. Quienes torpemente intentaron iluminar las tinieblas de lo irracional inyectando sentido a ese “más allá”. Freud intuyó lo “Inconsciente” y se adentró en él buscando un saber que a la postre versó sobre sí mismo. A veces al trasmitir sus descubrimientos no se cuenta con el carácter individual de la búsqueda de sabiduría cuando atañe al sujeto. Un saber fruto de un recorrido, de una elaboración y una experiencia, un saber surgido de interrogarse en el contexto del dispositivo analítico por él ideado, donde reina la regla de la “libre asociación” y la “escucha del psicoanalista”. De aquí que Freud nos legara un instrumento para llegar al conocimiento de nosotros mismos.

¿Por qué este formato? ¿Por qué este dispositivo? En principio partimos de la idea de “asociación”. Es una experiencia comprobar cómo las palabras y las imágenes a ellas asociadas se suceden en nuestro discurso siguiendo reglas ocultas y aparentemente caprichosas. En esto se haya el punto de interés, en el pretendido “capricho” de la deriva. Pues poniendo el acento, la escucha, en las grietas del discurso, va surgiendo, creándose, poco a poco un saber sobre el sujeto. Este saber es de carácter individual e intransitivo, útil para el sujeto en el sentido de que le ayuda a asumir su historia confeccionada y padecida por él aún si fue más o menos consciente de ello. Esta “subjetivización” de la propia historia constituye un cambio de posición con respecto al padecimiento de la tiranía del otro. Por otra parte, necesitamos que en la escena psicoanalítica aparezca un otro, como presencia donde explorar la radical externalidad de nuestro núcleo de personalidad, aquello que siendo lo más propio tuvo un origen externo, ilusorio y fantasmático. Esto, a lo que nos referimos cuando decimos “yo soy…”, nos aprisiona, taponando nuestro desarrollo al precio del miedo constante frente a la contingencia y arbitrariedad del otro.

2 comentarios:

Jesús Salomón dijo...

joder jorgito con el articulito

Vamos a ver, si siempre que decimos "yo soy.......", nos empequeñecemos esta la cosa jodida pq algo hay que ser, y ese"algo" puede ser duro, costoso y angustiante, la cuestion viene del miedo, me explico.

El "miedo" mueve muchas cosas, demasiadas diria yo, lo que ocurre que tb tenemos que tener en cuenta la "capacidad de tragar kiwis", que tiene cada uno, si juntamos miedo+capacidad, hay tenemos el 80% del devenir de esa persona en cuanto a decisiones y afrontamiento de acontecimientos vitals de esa persona.

pero ¿De qué depende el miedo?, hablemos un poco de eso, de lo "mierdecillla" que sea uno, y eso puede depender de las experincias tempranas, hasta aqui todo obvio, pero ¿Cómo modular nuestro miedo?¿Es siempre malo?, esta es una de las claves del desarrollo humano a mi entender, dependiendo de lo bien que te lleves con tu miedo, llevarás mejor o peor tu vida, dependiendo de lo bien que modules tu miedo, podrás acercarte a experiencias de todo tipo que te harán "más grande" como persona, dependiendo de como te ayude tu miedo, en cierta medida te ayudarás a tí mismo a ser más libre.

Ahora hablemos de la "capacidad de tragar", en el fondo creo que esta denominación tan extendidaen lo social es incorrecta, pq no existe tal capacidad de tragar, sería "la capacidad gustosa de oler nuestra propia miseria", pero claro eso no se puede decir en alto, ya que saldrían miles de "expertos" a decir que eso es una esptupidez (sería una proyección no?).

Tenemos que trabajar más en esas dos cosas, por un lado el "miedo", y por otro lo que nos gusta "oler nuestra propia misería", hay encuentro los grandes empequeñecedores del ser humano y causa de muchas de las consultas y barbaridades que vemos todos los días en los sucesos, etc, etc........

No sé si lo que he dicho es obvio pero creo que hemos de trabajar más esas dos cosas, y empezar por ahí

Alvaro dijo...

El título del artículo es perfecto.El infierno son los demás, anulando la responsabilidad de cualquier decisión tomada,que al fin y al cabo es lo que la razón intentó eliminar cuando el hombre pasó de sujeto a objeto,estudiable,medible y por tanto precedible y si se me permite controlable.

El tema del miedo me parece interesante, no tanto por el miedo en sí, si no por lo que hacemos ante o durante,el miedo. El miedo es natural como la vida misma, pero es paralizante,nos genera ambivalencia, nos hace huir, nos hace luchar, nos hace deprimirnos o nos pones maníacos...

El binomio miedo-capacidad, pasa por el camino de que podemos, que queremos y que nos es útil hacer con el miedo.

Saludos desde mi miedo